La semana pasada fue el cumple de Miguel Ángel, un amiguito de Dani, mi hijo, y, como no podía ser de otra manera le regalamos la tarta ;)
Toñi, su madre, me dio carta blanca en cuanto a la temática, así que le pregunté a mi hijo y me dijo, sin dudar, que una nave espacial. Ni corta ni perezosa me puse manos a la obra, y esto fue lo que salió.

Como os comenté en otro post, hace poco más de un año que estoy metida en este maravilloso mundillo de la decoración de tartas, y ahora es cuando empiezo a tener soltura, trabajo un poco más rápido y la sensación que me queda cuando termino es cada vez más satisfactoria. Con esto no quiero decir que me conforme, o que no vea todos y cada uno de los fallos que cometo (sin autocrítica es imposible mejorar), es sólo que me siento cómoda haciendo lo que hago, aunque tenga que renunciar a salir el viernes con los amigos y pasarme el fin de semana paseando mis ojeras porque para terminar a tiempo haya tenido que robarle horas al sueño. Y lo mejor de todo es que no me importa... Porque disfruto y porque me llena.
Aquí una foto de los detalles. En esta ocasión, las letras, las estrellas y la nave son de pastillaje, y no teñí la masa, sino que la pinté. El pastillaje es una masa que al secarse queda muy dura y pesa muy poco, por lo que va muy bien para hacer construcciones y decoraciones elevadas, como en este caso la nave. Cuando Miguel Ángel sopló las velas fue como si alguien hubiera dado la señal de salida y todos los niños se abalanzaron sobre la tarta para conseguir una letra o una estrellita... Es un momento mágico, de verdad.
Espero que os guste tanto como a mí me gustó hacerla... Y verla desaparecer.