Y es que pese a mi resistencia inicial no puedo evitarlo... Bob me ha conquistado, por lo menos su imagen de "bobalicón sonriente", porque la serie sigue sin parecerme adecuada para los niños, y a mi, desde luego, no me convence. Pero no conozco un solo niño que no haya sucumbido a su encanto. Y hay un refrán que dice que si no puedes con el enemigo...
No puedo negar que es ideal para convertirlo en tarta, con sus líneas simples y tan características, tan agradecido y tan reconocible.

Esta tarta no la hice para nadie en especial, sino para exponerla, así que por dentro un bizcocho sencillito, pero me gustó mucho preparar los detalles y me sirvió para practicar la manera de teñir el fondant para que parezca marmolado. No se puede pedir más.
Así que, pese a que reniego, me sorprendo planeando la próxima tarta de Bob, a ver cuándo surge la ocasión...